Por: Katerine Villa ND. MsC /// Fedepalma // Difusión: MullenLoweSsp (Diego Restrepo)
Las enfermedades
cardiovasculares (ECV) son un grupo de entidades que afectan el corazón y los
vasos sanguíneos (1), comprometiendo en muchas ocasiones órganos vitales como cerebro,
riñones y corazón. (1)(2). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) las
enfermedades cardiovasculares se mantienen como la primera causa de morbilidad
y mortalidad en todo el mundo (1)(3), pese al auge de las enfermedades
tumorales y la aparición de nuevas patologías infecciosas. Según la OMS se
calcula que en 2015 murieron 17 millones de personas por esta causa (7,6
millones de esas muertes se debieron a la cardiopatía coronaria y 5,7 millones
a los accidentes cerebrovasculares) (3), y que para 2020, las muertes aumentarán
de 15 % a 20 % (1).
En Colombia, las
primeras causas de muerte siguen siendo las enfermedades cardiovasculares, sin
embargo, entre 2005 y 2014 la tendencia fue disminuyendo, pasando de 166,43 muertes
a 146,96 por cada 100.000 habitantes, que significa una reducción de 9,90 %, (30,08
% (595.289) de las muertes por ECV)(4).
Dentro del amplio conjunto
de las enfermedades cardiovasculares están, (3)(5)
- la
cardiopatía coronaria: enfermedad de los vasos sanguíneos que irrigan el
músculo cardiaco;
- las
enfermedades cerebrovasculares: enfermedades de los vasos sanguíneos que
irrigan el cerebro;
- las
arteriopatías periféricas: enfermedades de los vasos sanguíneos que
irrigan los miembros superiores e inferiores;
- la
cardiopatía reumática: lesiones del músculo cardiaco y de las válvulas
cardíacas debidas a la fiebre reumática, una enfermedad causada por
bacterias denominadas estreptococos;
- las
cardiopatías congénitas: malformaciones del corazón presentes desde el
nacimiento; y
- las
trombosis venosas profundas y embolias pulmonares: coágulos de sangre
(trombos) en las venas de las piernas, que pueden desprenderse (émbolos) y
alojarse en los vasos del corazón y los pulmones.
Es importante tener
en cuenta que la cardiopatía isquémica es una causa fundamental de muerte (5),
y en general las patologías cardiovasculares son una causa de ausentismo
laboral, muertes prematuras, disminución de los años de vida productiva y
deterioro de la calidad de vida en general (1)(5), aumentando el gasto
sanitario con medicamentos de por vida, cirugías mayores y estancias
hospitalarias prolongadas.
Las enfermedades
cardiovasculares afectan por igual a hombres y mujeres, y aunque anteriormente
se asociaba una mayor prevalencia a los países industrializados, hoy en día más
de 80 % se producen en países en vía de desarrollo (5).
Según la Organización
Mundial de la Salud, los principales factores de riesgo para desarrollar
enfermedad cardiovascular pueden ser prevenidos oportunamente, estos son: hipertensión
arterial (HTA), dislipidemias, consumo de tabaco, inactividad física, obesidad
y dieta malsana (1)(4). Hay una amplia evidencia que demuestra que encaminar las
estrategias de prevención y detección temprana en la población en estos
factores de riesgos, evitaría en 80 % las enfermedades cardiovasculares (6),
además de disminuir los gastos en el sistema de salud y aumentar la esperanza y
calidad de vida (2), y no solo de quien padece la enfermedad, sino de los
familiares y la población en general. De ahí la importancia en la
implementación de estrategias a nivel poblacional e individual.
Dentro de los
factores de riesgo de mayor impacto para las enfermedades cardiovasculares, se
encuentran las dislipidemias, y por eso el cambio de hábitos es fundamental
para disminuir tal riesgo.
La evidencia y especialmente los estudios controlados aleatorizados (ECA) a la fecha, han mostrado que reducir las grasas trans y las grasas saturadas tienen un nivel de evidencia A, en cuanto su impacto para reducir la concentración de colesterol total y las lipoproteínas de baja densidad (LDL por sus siglas en inglés), así mismo al disminuir las grasas trans de la dieta, aumenta la concentración de lipoproteínas de alta densidad (HDL por sus siglas en inglés) con nivel de evidencia A, clave como factor protector para eventos cardiovasculares. (6) (7).
La evidencia y especialmente los estudios controlados aleatorizados (ECA) a la fecha, han mostrado que reducir las grasas trans y las grasas saturadas tienen un nivel de evidencia A, en cuanto su impacto para reducir la concentración de colesterol total y las lipoproteínas de baja densidad (LDL por sus siglas en inglés), así mismo al disminuir las grasas trans de la dieta, aumenta la concentración de lipoproteínas de alta densidad (HDL por sus siglas en inglés) con nivel de evidencia A, clave como factor protector para eventos cardiovasculares. (6) (7).
Es ampliamente conocido
que la dieta mediterránea está considerada desde hace años como el mejor patrón
de alimentación para llevar un estilo de vida saludable y reducir los niveles
de colesterol total, la fracción de LDL y aumentar la concentración de HDL (6).
Incluso, el estudio PREDIMED muestra que la dieta mediterránea es aún más
importante en la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular en
pacientes con alto riesgo, haciendo alusión a que lo más importante no es la
cantidad de la grasa a consumir, siempre que no sea superior a 35 % (11 % de
grasas saturadas) de las calorías totales como recomiendan las guías ESC/ EAS
2016, sino la calidad de esta.
Dentro de la dieta
mediterránea el aceite de oliva es el que se recomienda por su mayor perfil de
ácidos grasos monoinsaturados y sus beneficios para la salud, sin embargo, la
combinación de diferentes aceites también es importante, dado que cada aceite
contiene diferentes concentraciones de ácidos grasos también benéficos. Uno de
los aceites más debatidos para su consumo es el aceite de palma, dada su
composición de 50 % de AGS, mayoritariamente acido palmítico, AGM (Ácido
oleico) y AGP (ácido linoleico).
Según la evidencia y un informe técnico de
2017 del Centro Cochrane Iberoamérica y la Fundación Española para la ciencia y
la Tecnología (MINECO), no hay resultados concluyentes para relacionar el
consumo de aceite de palma y el aumento de colesterol total, LDL y el
desarrollo de enfermedades cardiovasculares (8). Específicamente, el informe
respondía a la pregunta, “En la población
general, ¿el consumo de aceite de palma aumenta el riesgo de enfermedades y la
morbimortalidad más o menos que otros tipos de aceites?”[1],
en el cual se hizo una búsqueda a mayo de 2017 incluyendo las bases
bibliográficas de PubMed, guías clínicas, directrices internacionales, posición
de sociedades expertas y revisiones sistemáticas.
A la fecha no se encontraron guías
clínicas o directrices que fueran específicas para el consumo de aceite de
palma y enfermedades cardiovasculares. Se rescataron tres guías relevantes, dos
del National Institute for Health and clinicas Excellence (NICE) del Reino
Unido y las guías americanas de recomendaciones dietéticas publicadas en 2015,
donde se hacen recomendaciones generales en cuanto el consumo de grasa,
enfatizando en la disminución de grasas saturadas a menos de 10 % del valor
calórico total y evitar el consumo de grasas trans (8).
Aceite de palma y
contenido de grasas saturadas
Como se mencionó
anteriormente, el aceite de palma contiene 50 % de grasas saturadas, un
porcentaje mucho mayor que otros aceites vegetales, sin embargo, se debe
aclarar que el ácido graso palmítico no tiene la misma aterogenicidad que otros
ácidos grasos saturados, como el mirístico, que está estudiado y sustentado que
es el principal ácido graso saturado que incide en el aumento del colesterol
sérico (9). En la siguiente imagen se muestra la comparación del aceite de
palma con otros aceites vegetales y grasas.
Tomada
de: Alianza Europea de Aceite de Palma (EPOA)
Los estudios sugieren
que el aceite de palma tiene una absorción más lenta y un menor efecto en la
formación de ateromas (8), esto debido a que el aceite de palma también
contiene 42 % de ácido oleico que tiene un efecto favorable en la prevención de
ECV (9) (10). Además, también contiene tocotrienoles (componente de la vitamina
E) el cual está demostrado con amplia evidencia en el mundo que tienen un
efecto hipocolesterolémico, antitrombótico y favorecen de esta manera la
regresión en la placa ateromatosa (10)
En los últimos años
se ha investigado la relación del consumo de aceite de palma y la enfermedad
cardiovascular, algunos estudios han encontrado hallazgos y relaciones
positivas con intervalos de confianza de 95 %, sin embargo, la evidencia no es
concluyente dado el corto tiempo del estudio, muestras que no son heterogéneas
o conflicto de interés por parte de los autores. Una de estas revisiones incluyó
27 estudios, la mayoría ensayos clínicos aleatorizados, y comparó el impacto
que tiene el consumo de aceite de palma con otros aceites vegetales con menor
contenido de ácidos grasos saturados, mostrando que el colesterol total aumentaba,
pero los triglicéridos no obstante, la mayoría de los resultados fueron
heterogéneos y no pueden darse como concluyentes, con una confianza moderada
baja. (8)
También se han
realizado estudios comparando el aceite de palma con el aceite de cártamo, alto
en ácido oleico y su impacto en la fracción de LDL, mostrando que no se observaban
diferencias en el perfil lipídico (10).
Teniendo en cuenta
que no hay evidencia que indique que el ácido palmítico aumenta el riesgo de
ECV, y que además el aceite de palma contiene ácidos grasos insaturados, el
aceite de palma puede consumirse con moderación siempre que esté dentro de una
alimentación equilibrada. El ILSI Nor-Andino publica en 2017 un documento
técnico en el que concluye que no hay suficientes indicadores de riesgo
cardiovascular para hacer recomendaciones diferentes de ácidos grasos saturadas
o más específicas (10)
Aceite
de palma y grasas trans
El informe publicado
en 2017 de MINECO, también comparó el consumo de aceite de palma con los
aceites que contienen grasas hidrogenadas, la revisión incluyó nueve estudios y
concluyó que el consumo de aceite de palma aumenta la concentración de HDL, en
comparación a las otras grasas que contienen grasas trans (AGT), con un
intervalo de confianza de 95 %, sin embargo, los resultados también son
heterogéneos y no son concluyentes.
Cabe resaltar que la disminución del
consumo de grasas trans de la alimentación es una recomendación ampliamente
conocida y sustentada para disminuir el riesgo de enfermedades
cardiovasculares. Una revisión publicada en la revista de la facultad de
medicina de la Universidad Nacional de Bogotá en 2016, mostró que un aumento de
2 % de la ingesta total de energía proveniente de ácidos grasos trans se asocia
en 23 % al aumento de riesgo cardiovascular, debido a que las grasas trans
aumentan la concentración de colesterol total, LDL y disminuyen la fracción de
HDL (7).
El ILSI nor-andino en su documento técnico ratifica que una ingesta de
grasas trans superior a 2 % del valor calórico total se relaciona con diversos
factores de riesgo cardiovascular y contribuye a aumentar el riesgo de
enfermedad coronaria. Además, el consumo de grasas trans también se encuentra
relacionada con una ganancia de peso, que es otro factor de riesgo para
enfermedad cardiovascular (7).
Las grasas trans están siendo estudiadas desde
hace décadas y tienen amplia evidencia de su impacto negativo en la salud, no
solo en la alteración del cambio en el perfil lipídico y ganancia de peso, sino
también en una asociación positiva con algunos tipos de cáncer como el de mama
y resistencia a la insulina (7), por esta razón su consumo debe ser muy
limitado dentro de la alimentación diaria. Cada país cuenta con una regulación
y es deber de la industria alimentaria informar a la población sobre el
contenido de grasas trans. En Colombia, la resolución 2508 entró en vigor en
2012, un reglamento técnico para los alimentos envasados que contengan grasas
trans y/o saturadas.
Por otra parte, las
guías americanas de 2015, recomiendan limitar el consumo de grasas trans, las
guías ESC/ECA de 2016 recomiendan como medida importante para le prevención de
ECV minimizar las grasas trans hasta menos de 1 % de la energía diaria.
Teniendo en cuenta
esto, el aceite de palma se puede incluir dentro de una alimentación saludable,
dado que su contenido de grasas trans es menos del 1 %, 42 % de ácido oleico y
no hay relación con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares o
alteraciones en el perfil lipídico. Su consumo debe estar dentro de una
alimentación saludable y equilibrada. Las recomendaciones dietéticas para una
dieta saludable según las guías europeas son:
·
Grasas menos de 35 % del
requerimiento energético (11 % grasas saturadas y menor a 7 % si existe
hipercolesterolemia)
·
Azúcar añadido: menos de 11 %
del requerimiento energético diario
·
Fibra: mínimo 18 gramos al
día
·
Sal: máximo 6 gramos al día
en adultos.
·
Frutas y verduras: mínimo 5
porciones al día
Referencias
(1) Torres CI, Illera D, Acevedo DE, Cadena M, Meneses
LC, Ordoñez PA, Pantoja LN, Pastás M. Riesgo cardiovascular en una población
adolescente de Timbío, Colombia. RevUnivInd Santander Salud. 2018; 50(1):
59-66. doi: 10.18273/revsal.v50n1-2018006
(2) Machado-Alba, Jorge E,
& Machado-Duque, Manuel E. (2013). Prevalencia de factores de riesgo
cardiovascular en pacientes con dislipidemia afiliados al sistema de salud en
Colombia. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica, 30(2),
205-211. Recuperado en 30 de agosto de 2018, de
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-46342013000200007&lng=es&tlng=es.
(3) OMS. Datos y cifras.
(2017). Enfermedades cardiovasculares. Recuperado en 28 de agosto, de http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/cardiovascular-diseases-(cvds)
(4) Ministerio de salud y protección. Análisis de la
situación de salud en Colombia (ASIS), Noviembre de 2016.
(5) Sociedad Española de Cardiología. Informe de la salud
cardiovascular en España en el contexto europeo. Rescatado el 28 de agosto de, http://secardiologia.es/images/stories/file/salud-cardiovascular-espana-europa.pdf
(6) Alberico L., Ian G, WiklundO, Et al. (2017). Guía
ESC/EAS 2016 sobre el tratamiento de las dislipemias, grupo de trabajo de la
Sociedad Europea de Cardiología (ESC) y la European Atherosclerosis Society
(EAS) sobre el Tratamiento de las Dislipemias. Revista Española de Cardiología,
70:115.e1-e64 - Vol. 70 Núm.02 DOI: 10.1016/j.recesp.2016.11.052
(7) Cabezas C, Hernández B, Vargas M. (2016). Aceites y
grasas: efectos en la salud y regulación mundial. Revista de la Facultad de Medicina, 64 No. 4: 761-8 761.
(8) Centro Cochrane Iberoamérica y la Fundación Española
para la ciencia y la Tecnología (MINECO). Evaluación científica de mensajes de
alimentación y nutrición. Rescatado el 29 de agosto de,
https://www.upf.edu/documents/35405748/36238404/03-palma-15g.pdf/16c83a15-
(9) Castro-Bolaños, Monserrat,
Herrera-Ramírez, Carlos H, & Lutz-Cruz, Giselle. (2005). Composición,
caracterización y potencial aterogénico de aceites, grasas y otros derivados
producidos o comercializados en Costa Rica. Acta Médica Costarricense, 47(1),
36-42. Recuperado agosto 31, 2018, de, http://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0001-60022005000100006&lng=en&tlng=es
(10) ILSI Nor- andino. (2017). Informe técnico. ácidos
grasos saturados VS ácidos grasos trans: efectos diferenciados en nutrición y
salud pública.
[1]Centro
Cochrane Iberoamérica y la Fundación Española para la ciencia y la Tecnología
(MINECO). Evaluación científica de mensajes de alimentación y nutrición.
Rescatado el 29 de agosto de, https://www.upf.edu/documents/35405748/36238404/03-palma-15g.pdf/16c83a15-
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