QUE LOCURA ¿PRINCIPE O VAMPIRO?

Por: María Cristina Castañeda C. 

(Cuento)

Todos mis problemas comenzaron aquel treinta de abril del año tres mil, por culpa de ese mono; nunca debí mirarlo a los ojos. Esa noche en medio de la tenebrosa y escalofriante soledad; juntos estábamos en el lugar equivocado. Era un desierto desconocido, lo cierto es que estaba muy lejos de casa.

A partir de ese momento no recuerdo ni el antes, ni comprendo el después al que me sometió a vivir ese homo sapiens. Sus ojos de gato, verdes incandescentes me miraban fijamente, reflejando la inocencia de un chico tierno perdido; pero en el fondo sus pensamientos diabólicos invadían sus ansias de matar.

Me acerque a ese joven, apuesto y le pregunté si sabía dónde nos encontrábamos… Pero es lo último que recuerdo, ya que desperté en una casa muy diferente a la mía. Extravagante, lujosa con estructuras de cristal no había nada de que fuese de otro material.

Maldita la hora en que le creí que era su novia vampira y que estábamos en el desierto del Sahara; pero desde esa noche aún no para de llover. Por más que busco la salida no se rompen las paredes y me ahogan las preguntas del por qué soy su prisionera ¿será mi figura atlética, mis ojos azules, mi ideología o la dulzura de mi sangre que prueba a cada instante en cada beso? Es inevitable resistirse a tan hermoso ángel soñador que aparenta ser.

No paro de pensar en aquel deseo que pedí al príncipe encantador; del cual me arrepiento  hoy al ver lo macabro que se transforma cada noche. Puedo ver cientos de personas que mueren en sus brazos de una forma sádica entre sus filudos colmillos; son los mismos espejos y vidrios los que me muestran aquel asesino de vidas, sueños e ilusiones.

Todas esas imágenes pasan por mi cabeza cada día que sobrevivo entre estas cuatro paredes, con una camisa de fuerza al cual llaman manicomio.