Por: María Cristina Castañeda C. - Escrito en febrero
15 de 2010
(Cuento)
Era
una tarde hermosa y soleada de un siete de junio, cobijada por el cantar de las
aves y el sonido del viento que resonaba por los aires de una gran parte de la
selva australiana, en la que descansaba una manada de Jirafas, (eran veinte
inseparables hembras y machos de los cuales tres eran bebes, el resto adultos).
Pasaban
la mayor parte del día comiendo y jugando por extensas zonas verdes; con
ciertos territorios restringidos por los demás animales, como: las cebras,
elefantes, leopardos, etc y los leones sus principales enemigos…
Las
jirafas vivían siempre juntas, se ayudaban mutuamente y vivían para ellas; se
alimentaban de hojas y frutos de los árboles sin hacerle daño a nadie. Llevaban
una vida natural, hasta llegar el amanecer del nuevo día, diferente a los
demás; nublado, frio y sin ganas de salir el sol para iluminar la mañana y
escuchar el cantar de los pajaritos. Tronando parecía que fuese a llover, pero
aun no caía agua.
Arrunchadas
una encima de la otra, bien junticas bajo un árbol. Trataban de calentarse unas
a otras; pero era casi imposible. Era un frio tan penetrante, cada instante más
insoportable para ellas.
Tratando
de dormirsen para olvidar esta situación son interrumpidas por un trueno y un
rayo culpable de la caída del árbol donde se encontraban refugiadas; asombradas
y atemorizadas salen a correr despavoridas para salvar sus vidas…
En
un lugar seguro, sin árboles y a campo abierto se reúnen para revisar si están
bien… Pero desafortunadamente se dan cuenta que una de ellas ha muerto, a causa
de árbol que le cayó encima.
Quedando
la manada de diecinueve integrantes. Ya en la tarde sigue lloviendo pero sale
el sol, extrañadas por el acontecimiento de la mañana; se acercan con
precaución a cada árbol para alimentarsen ayudando a su compañero lastimado a
bajar las hojas que no alcanza para comer.
Mientras
terminaban de comer, son sorprendidos por una manada de cuarenta leones
enfurecidos por estar en el árbol de su territorio, pero sobre todo
hambrientos. Con unos enormes y afilados dientes y una mirada asesina rodean a
las jirafas; acercándose lentamente hacia ellas. Ellas haciendo un pequeño
círculo salen raudas y veloces atacándolos a patadas y cabezazos, buscando
salvarsen y salir invictas de esa
cacería masiva a la que iban estos caníbales.
Al
cabo de una hora, se vuelven a reunir las jirafas en busca de las demás, pero
desgraciadamente se dan cuenta que once de ellas fueron devoradas y masacradas
salvajemente.
Estas
ocho jirafas restantes, compungidas; prometen vengar la muerte de su familia y
cuidarsen siempre.
Regresan
a su territorio (cinco adultos y tres bebes) y permanecen juntas hasta el día
siguiente.
Nueve
de junio, ocho sobrevivientes en la
peligrosa selva australiana. Llegada la tarde, reunidas, observan pasar una
estampida de cebras por su territorio; extrañadas se preguntan ¿Qué les pasa?,
a esta hora por qué corren?... Son perseguidas por veinticinco elefantes; quienes
cambian de rumbo hacia ellas, por ser más poquitas.
Ahora
las que salen a correr son otras… Protegiendo a los bebes, rodeadas por estos
gigantescos animales exageradamente fuertes es inútil enfrentarsen a ellos
porque tienen la guerra perdida. Le dicen a los pequeños que escapen y salven
sus vidas…
Un
adulto escapa con los tres bebes, enfrentándose cuatro adultos a los veintidós
elefantes. Dos de ellos van detrás de los cuatro prófugos de su libertad. Pero,
son alcanzados… La jirafa defiende a los pequeños y es lastimada, sintiéndose
impotente; en ese momento estos feroces alcanzan a dos bebes, clavándole sus
enormes colmillos causándoles la muerte. Mientras que la hija de esta jirafa
herida, se devuelve por su madre y la ayuda a levantarse, para escapar juntas…Corren
y corren cada vez más, sin fuerzas, esta madre buscando un lugar seguro para
dejar a su hija. Pasan la noche en un terreno desconocido y deshabitado, árido
y oscuro.
La
madre sin poderse levantar de lo lastimada que estaba y sus heridas no paraban
de sangrar; aconseja a su hija diciéndole: “Hija mía tu eres la única de la manada viva,
cuídate siempre, no permitas que nuestra raza muera… No te enfrentes a una
batalla; siempre sal a correr porque nuestro tiempo de vida es muy corto, tan
solo veintiséis años… Sé feliz, disfruta la vida al máximo, no te cohíbas de
nada… Estoy muy orgullosa de ti, que seas un ejemplo para todas nuestras
generaciones pasadas y futuras, independientemente que eres mi hija… TE AMO…”
Amaneció
desde muy temprano al día siguiente, el panorama era raro para esta pequeña y a
la vez sin poder hacer nada para ayudar a su madre por no saber qué hacer…
Cuando de repente aparece a lo lejos un carro blanco (grande) acercándose a una
velocidad exorbitante cerca a ellas.
La
pequeña extrañada porque jamás había visto uno; no sabía que era. Pero prefirió
quedarse al lado de su madre… El carro se acerca cada vez más, hasta
estacionarse al lado de ellas. De este se salen tres médicos veterinarios e
investigadores; al contemplar esta escena, tratan de auxiliar a su madre… Con
lágrimas en sus ojos no entiende lo que le dicen estas personas, pero ve que
están ayudando a su mamá.
Suben
a la jirafa adulta al carro; acompañado de un remolque en el que la pueden
llevar, al igual que a ella parten hacia
el centro médico donde trabajan estos…Al llegar allá queda perpleja la pequeña
pues observa ir y venir personas de bata blanca con papeles y animales de otras
especies.
Los
médicos llevan a la pequeña a una jaula cerca de su madre; mientras examinan
las causas y heridas de la jirafa adulta en una camilla; tratan de operarla,
hacen lo mejor posible para que continúe con vida; pero, el esfuerzo ha sido en
vano, ha perdido mucha sangre y las lesiones son muy graves… “Lo siento no hay
nada que hacer” dice el doctor… “Ha fallecido”…
La
pequeña se da cuenta que su madre no despierta, no se mueve y no respira…
Concluye que está sola en el mundo!!!... Una doctora se acerca donde está la pequeña con un simpático
mono en sus hombros, la saca de la jaula y la revisa. Le aplica un sedante y
queda en un profundo sueño hasta el día siguiente.
Muy
temprano se despierta y lo primero que ve es al miquito del día anterior, al
frente de su jaula quien le pregunta si se encuentra bien, le habla de todo un poquito para tratar de
romper el hielo y hacer que se sienta como en casa…
En
el transcurso de los días se van conociendo, él va contándole más sobre la
clínica, el por qué están allí y qué es lo que le va a suceder…La tienen
encerrada en una jaula, privada de su libertad mientras le hacen un análisis de
laboratorio a su sangre, su piel, etc…
Hasta
el trece de junio, día en que la sacan de allí y la “Bautizan” como un miembro
más de la fundación (Clínica y Fundación de Rehabilitación, Curación y Estadía
de Diversas Especies – en protección de ellas)… Los doctores a cada animal que
habitaba allí le ponían un nombre para diferenciarlos unos a otros y esta
pequeña no iba a ser la excepción.
Desde
ese momento la llamaron: Macrix. Ya la dejaban interactuar con otros animales y
caminar por los pasillos… Siempre se veía acompañada del monito “su ángel de la
guarda” como ella lo llamaba, pero su verdadero nombre era Esteban.
En
la mañana de un trece de junio, sucedió algo inesperado, trágico para muchos,
irónico y para los animales algo extraño porque no sabían lo que estaba
pasando; el instituto se estaba cayendo en pedazos… ¡Estaba temblando!... Un
momento de pánico y de terror, pues nunca lo habían vivido en este sitio; los
animales corriendo de un lado a otro despavoridos, sin ley ni dueño; los
médicos en las mismas y las paredes derrumbándosen.
Salex
y Mimi dos Schnauzers guardianes del Centro de Rehabilitación tratan de calmar
la situación haciendo una evacuación a las afueras de la clínica… Salen todos
los animales a grandes velocidades hasta quedar en la mitad de la nada, en su
habitad natural; en alguna parte de la selva.
Mimi
y Salex hacen un recuento de los sobrevivientes y tan solo son noventa y siete
animales de diferentes especies, de doscientas que se encontraban en la
clínica, el resto murieron atrapados bajo los escombros, algunos enjaulados; al
igual que los poquitos médicos que trabajaban ahí…
Desorientados
y entristecidos por perder su único hogar seguro, pactan convertirsen en una
sola familia sin importar sus razas, géneros y cadenas alimenticias; prometen
ayudarsen para nunca separarsen…
Esa
noche muchos de los animales no pudieron dormir por no hallarsen en la nueva
vida que comenzaban… Una vida de esfuerzos, sacrificios, luchas, amor, paz y
tranquilidad; dependiendo de ellos mismos.
En
el siguiente día, se dividen por grupitos para conseguir comida, pero no
encuentran nada, ni frutos de árboles… Ya entrada la noche el grupito de
Macrix, conformado por Peluche (un conejito), Rosa (una pantera), Leonardo (un
leopardo), Esteban, Salex, Mimi y ella sorpresivamente se encuentran con la
manada de elefantes y de leones; culpables de la muerte de su madre y su
familia…
Macrix
se asusta y enfurecida les reclama vengativamente; en ese instante los leones y
elefantes se ponen de acuerdo para encerrarlos y acabar con la única jirafa que
se les había escapado y de paso devorarsen a sus amigos. Pero estos no contaron
que detrás del círculo que les habían hecho, iban a aparecer noventa animales
más para respaldarlos y ayudar a “esas siete presas indefensas”…
En
el momento de la acción Esteban se le cuelga del cuello a Macrix y le recuerda
las palabras de su madre (en la clínica ella le narró lo que le había pedido su
madre jirafa antes de morir) y la convence de salir a correr… Juntos escapan
del enfrentamiento sin que alguno lo notase, perdiendosen por los matorrales…
Ya
era de noche, estrellada, iluminada por una luna cuarto de menguante, tranquila
y un poco fría; desilusionada Macrix de su vida se sienta bajo un árbol a
contemplar la luna. Esteban trata de reanimarla, pero se deja llevar por sus
sentimientos, su corazón. Se acerca poco a poco, se le cuelga en el cuello y la
abraza… La mira a los ojos fijamente y revela el amor que siente por ella… No
puede ocultar más su verdad; ese amor en silencio que sentía desde aquel día en
que la vio, un amor imposible por tamaño y razas; pero aun así la besa y ella le
corresponde. Surge un sentimiento mágico entre ellos o tal vez sea química.
Pero la luna fue testigo de ese amor, de ese romance, de ese momento de pasión
que vivieron los dos. Hubo lágrimas, miradas tristes, pánico, desesperación, rabia,
luego se fundieron en una mirada que mezclaba todo lo anterior, quedando en
absoluto silencio por un momento, casi que interminable hasta quedarse
profundamente dormidos sin pronunciar una sola palabra, no sabemos cuánto
tiempo paso, lo único cierto es que llegó el anochecer ellos estaban
completamente dormidos, pero Esteban no se desprendía del cuello de Macrix. Llovió toda la noche y ellos no se dieron
cuenta de eso.
Al
amanecer cuando el sol mostraba sus primeros reflejos, despertaron, aún
mojados, pero ya con un semblante radiante, Macrix quiso desperezarse, sacudir
sus largas patas; entonces Esteban la abrazó más fuertemente, se le acercó a su
larga boca, le estampó tremendo beso y le dijo: Amor mío cuanto te amo, Macrix
se dejó besar largamente y luego se confundieron entre cosquilleos y caricias,
rodaron por el suelo, pero continuaban besándose; al fin con ternura Macrix lo retira un poco y le
dice: yo también te amo mucho y no podría vivir sin ti mi amor, se volvieron a
confundir en un largo beso; comenzaron a llegar sorpresivamente sus amigos
angustiados en busca de ellos, pero al notar la presencia de aves muy hermosas,
de las más pequeñas y variadas que jamás se hayan visto que quedaban
suspendidas encima de ellos, indagaron qué pasaba se unieron a ellas y los
hicieron volver al mundo real, cuando entonaron al unísono la marcha nupcial,
sellando así una doble boda micojirafada y canina entre Salex y Mimi. No sabemos
si la pareja micojirafada tuvo hijos, pero comprobamos que por la selva andan
correteando muchísimos Snauzhers después de tremendo romance australiano.