Por: María Cristina Castañeda Ch.
(Artículo de opinión)
Para mi abuela el pan nuestro de cada día era: “Todo tiempo pasado fue mejor”, menos mal que mi madre no llego a ver “estas cosas”, “esto es un escándalo”, “el mundo está loco”, “hasta dónde nos van a llevar estos nietos modernos”, “no quiero llegar a pensar nisiquiera qué hubiera dicho mi abuela al ver esta situación tan terrible”; se escandalizaba de los jóvenes de esa época igual que lo están haciendo nuestros padres y lo haremos nosotros cuando estemos viejos, pero lo único cierto es ¡Que guayabo!; palabras que pronunciamos cuando estamos mayores y vemos el proceder de nuestros hijos y nietos, ya que todo tiempo pasado fue mejor. Pero, no olvidemos que la tecnología está avanzando, conseguimos la ciudadanía en la mujer, el ser un país independiente; ya podemos ingresar a internet, la facilidad de ingreso a las universidades, el descubrimiento a la vacuna contra la malaria y miles de cosas más que quizá por eso descuidamos un poco a nuestros hijos tenemos que darles más libertad o simplemente ambos padres tienen que trabajar.
Añoramos las aventuras y locuras que en ese momento “estaba mal hecho”, ahora solo con risa y nostalgia las recordamos como amigos de la infancia, juegos del momento, los paseos de rio cuando pequeños (lo típico en cualquier salida familiar era perderse o dejar algún objeto en el lugar), formas de vestir, viajes que en el momento nos perdimos postergándolo para un después (el cual aún no ha llegado), decisiones de cambio tomadas a la ligera por la juventud, entre otras situaciones que nos ponen a pensar en si “se pudiera devolver el tiempo…”. Pero en realidad nos damos cuenta de qué es lo que más extrañamos cuando ya no se pueden realizar ya sea por el medio económico, estilo de vida, incapacidad física o mental u otro-, también el no tener cerca a un ser querido de la familia, amigos, vecinos, mascotas, ciudades, en fin. El sentimiento que siempre nos acompañará toda la vida con preguntas como: ¿qué hubiese pasado si hubiera hecho…? O ¿si no hubiera hecho lo que hice?.. Pero se hizo una tercera cosa. Son las famosas tres opciones que generaran duda hasta nuestros últimos días pero que nos enseñan a elegir y aprender a vivir el día a día; por eso hay que dejar el estrés a un lado y vivir el presente con las personas más importantes en nuestras vidas.
No olvidemos que aplazar mucho tiempo algo que queremos es posible que este día nunca llegue por múltiples factores que se suman a través del tiempo, démosle más valor al amor tanto propio como al de las personas que más queremos.
