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viernes, 17 de agosto de 2012

RESEÑA DEL CAPITULO II: del libro El imperio Retorico


Por: María Cristina Castañeda 


El objetivo principal de Chaim Perelman en el capítulo II “La argumentación, el orador y su auditorio” en su libro El imperio Retorico es dejar en claro la diferencia entre la argumentación y la demostración formalmente correcta a través de un paralelo de teorías y ejemplos; define la argumentación y sus consecuencias; propone nociones centrales de orador, auditorio  y cierra este orden de ideas con los géneros de discursos en retórica.

Perelman Retórico y filósofo del Derecho belga de origen polaco, creador de la Nueva Retórica y uno de los principales teóricos sobre argumentación del vigésimo siglo. Nació el 20 de mayo de 1912 en Varsovia y murió en enero 22 de 1984 en Bruselas. La importancia de su obra es tener claro los roles de la argumentación, el orador y su auditorio para poder emplear bien las técnicas argumentativas en un discurso.

El autor parte de la pregunta ¿Qué es lo que distingue a la argumentación de una demostración formalmente correcta? La cual da origen a todo el capítulo; definiendo la argumentación como: “forma de influir sobre un auditorio, modificar sus convicciones o sus disposiciones mediante un discurso que se le dirige y que busca ganar la adhesión de los espíritus, en lugar de imponer la voluntad por la coacción o por el adiestramiento… Se desarrolla en una lengua natural, en la que la ambigüedad no está excluida por anticipado”[1] Mientras que la demostración formalmente correcta “Es una demostración conforme a reglas que son explicitadas en los sistemas formalizados… Los signos utilizados deben estar desprovistos de toda ambigüedad y su fin es probar la verdad de la conclusión partiendo de las premisas”[2].

Para ambos conceptos Perelman ejemplifica con “El status de los axiomas, siendo muy diferente en la demostración y en la argumentación: En una demostración matemática, los axiomas no están en discusión… Quien desee justificar la escogencia de axiomas deberá recurrir a la argumentación”[3]; porque por medio de esta se convence o persuade un auditorio de un tema especifico.

Para Perelman “La argumentación se propone influir sobre un auditorio, la cual modifica sus convicciones o disposiciones mediante un discurso que se le dirige y que busca ganar la adhesión de los espíritus, en lugar de imponer la voluntad por la coacción o por adiestramiento, es ya una cualidad no despreciable la de ser una persona a cuyas opiniones damos algún valor”[4], un ejemplo de ello son las iglesias donde el padre se dirige a sus parroquianos todos los domingos y fiestas obligatorias para todos los creyentes católicos y apostólicos. Otro caso más conocido en lo académico se da con las tesis de grado de un estudiante, si este no convence, persuade a su auditorio (entre ellos profesores) bajo argumentos verídicos no se gradúa.

El auditorio constituido por el interlocutor único del diálogo frente a una multitud reunida donde se establece el dialogo y controversia ente preguntas y respuestas (técnica socrática) adaptadas a la argumentación cuyo fin es conseguir un objetivo: persuadir; esto sucede solamente “cuando es movido por promesas y atemorizado por amenazas” según San Agustín cuando habla de “verdades practicas” es por ello que el orador (el que intenta persuadir) debe conocer muy bien sobre el tema que va a hablar, al auditorio que se dirige, a si mismo ser volátil en función de quienes lo escuchan. Pero, hay que tener en cuenta que existen dos tipos de auditorios: el primero es el Universal (singular) un auditorio irreal, de masas, imposible de persuadir a toda la humanidad de verdades absolutas y el segundo es el particular (plural) pretende llegar y persuadir (un auditorio especifico y delimitado) es a su vez homogéneo y heterogéneo.

Para emitir cada discurso hay que diferenciar los géneros propuestos por Aristóteles. Existen tres géneros de discurso en retorica: el deliberativo (el orador da su opinión de lo que le parece más útil), el judicial (acusa o defiende para definir lo justo) y el epidíctico (alaba o critica, su discurso tiene que ver con lo bello y lo feo). Este último es fundamental porque su papel es intensificar la acción del discurso la mayoría de veces por medio de críticas.

Para concluir, pienso que es muy enriquecedor este capítulo como nociones a la argumentación cuando no se tienen las bases para entablar un discurso formal porque no solo describe el rol que se debe abarcar desde todo punto de vista en un discurso (orador, auditorio y argumentación) sino que también ejemplifica casos del diario vivir como el del sacerdote.


[1]Perelman chaim, El imperio retórico, traducción Gómez Giraldo Adolfo león. Bogotá, editorial Norma, 1997, P29 -32 [Primera edición en francés, 1977]
[2]Ibit., p 29
[3] Ibit, p 29
[4] Ibit, p 31






2 comentarios:

Gracias por leer mi trabajo, su opinión es muy enriquecedora para mi.

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