(Artículo de Opinión)
Por: María Cristina Castañeda Ch.
Parece que fue ayer, la noche en que esperaba a mi padre sentada
en el sillón blanco muy juiciosita, de su llegada del trabajo; ansiosa por su
respuesta, aunque fuese negativa, no desistía hasta conseguir mi objetivo. “Esa
muñeca”, la que lo tenía todo y a la vez un objeto que suplía todas mis
aventuras imaginarias, tanto para mí como para mis amigas. Que buenos recuerdos
aquellos, cuando la encontraba la noche de navidad envuelta en una cajita
rosada, muy cerquita del arbolito. Poco a poco fui creciendo, lanzándola al
olvido hasta tal punto de no compartirle los anécdotas de mi vida, pero “ella”
aquella Barbie plastificada, se fue convirtiendo en el estereotipo perfecto, el
modelo a seguir física y psicológicamente de toda joven; eran sus curvas, su
cabello, sus piernas o lo voluptuosa; lo que la hacía más atrayente para sus
seguidores masculinos… ¡Ah mentalidad tan distorsionada! ¿A caso esa muñeca no era un juguete?, ¿desde cuándo
tomo vida real en mi mundo?.
Debo
confesar que nunca me preocupe por mi apariencia; hasta el día en que mis
amigas todo se lo empezaron a poner “postizo”, desde las uñas de los pies hasta
las extensiones del cabello, “eso sin incluir las siliconas”. Fue en ese
momento que descubrí mi amor al deporte y que mejor que jugar a policías y
ladrones en mi conjunto, esconderme en mi casa, tomar la lonchera; como a la
hora salir y aun nada que me encontraban. Pero ¡Shht!, mis amigos nunca lo
supieron; quizá por eso era la última en aparecer, jejeje, o lo mejor era cuando nos intercambiábamos las
estampillas repetidas para los álbumes de novelas. Sin embargo, tengo que
admitir que me iba mejor con los Panini; sí, ese álbum de futbol viejísimo que
“n” años dejó de circular, pero que hizo feliz a mucha gente o por lo menos a
mi papá y a mí… “así nunca nos ganáramos nada”, nos divertíamos gastando saliva
y colbón; porque cabe anotar; no venían adhesivas las estampitas, era como coleccionar
naipes inoficiosamente. Caso contrario sucedía con las series de tv, muñequitos
y prendas de vestir en conmemoración al “Chavo del ocho”, el cual ya es un
personaje inmortalizado para muchas
generaciones, no solo por todas las peripecias que pasaba en el vecindario
donde residía, sino los coscorrones que le daba don Ramón en su mayoría de
veces injustamente.
Por esas razones y muchas
más, deteniéndome en el tiempo desde una mirada de veinte años atrás; puedo
concluir que: en mi generación, uno de tantos juegos que nos enseñó a ser
comerciantes fueron los “Tazos de Pokemon”, culpables de alegrías y tristezas
al apostar los poderes con: “Charmander”,
“Squirtle”
o “Blastoise”;
no obstante, mi favorito era Jigglypuff porque cantando podía hacer dormir a
toda la genta, quizá eso era lo que más me gustaba o sus ojos azules. Aunque el
tiempo haya avanzado a pasos gigantescos, hay que reconocer que más se
experimentaba cuando la tecnología no era tan avanzada; pero esta a su vez
llegó con una generación virtualizada, cambiando la página hacia una nueva
cultura, fosilizando cada día la ingenuidad de los 90’s.